sábado, 7 de mayo de 2016

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Aquella promesa

    Unos ojos azules la observaban.
    Aún era capaz de recordar aquella primera vez que lo vio. En aquel verano de su niñez, donde no pudo evitar seguirlos a través de la espesura del valle.
    -¿Dime quién eres?- preguntó después de tantos años.
    Aquellos ojos comenzaron a avanzar como antaño.
    Ella solo los siguió.
    Avanzaron atravesando el pequeño riachuelo, en el cual los peces parecían bailar al son de un vals que solo ellos conocían. LLegaron a un pequeños prados de pastos verdes y flores de colores exóticos. Mostrando un paisaje frágil que era enmarcado por un gran sauce llorón. La extraña pareja se acercó a sus raíces milenarias. Donde ella pudo observar por primera vez como aquella figura indefinida cobraba vida. Ante ella apareció la figura de un joven alto y delgado, tenía un rostro suave que resaltaba con esos ojos azules enmarcados por cejas azabaches.
    Se acercó a ella con paso titubeante.
    -Desde que tengo razón de ser. Nunca nadie se dirigió a mí, nadie me hacía caso. Solo usted, señorita, fue el único ser que se apiadó de mí. He vivido todo estos años cuidándola y protegiéndola.
    El joven le entregó un pequeño guardapelo. La muchacha lo aceptó sin rechistar y con mucho cuidado lo abrió.
En ese momento todo quedó dicho. No hubo más palabras, solo sintieron como los recuerdos de un pasado entrelazado los envolvían.
    La muchacha solo pudo abalanzarse encima del joven mientras le las lágrimas corrían por las mejillas. El joven la estrecho entre sus brazos de una manera desesperada.
    -¿Qué fue lo que te ocurrió?- preguntó.
    -Después de vagar sin rumbo alguno por este mismo valle. Mi cuerpo no fue capaz de aguantar el hambre y pesadez que llevaba a mis espaldas. Entonces solo pude echarme a dormir.
Ella se apretó más fuerte.
    -¿Entonces... ¿Esto es una despedida?- preguntó ella con un nudo en la garganta.
    -No princesa- respondió-. Ya se acabado mi tiempo en este mundo. Solo le puedo decir que allá donde esté siempre me tendrás para usted. Solo necesito soñar en mí.
    Y sin más su cuerpo se desvaneció. Lo único que perduró fue aquella promesa.



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